EL CENTRO ESTUDIOS BIBLICOS
Está dedicado a fray Giovanni Vannucci, de los "Siervos de Maria". Inspirado en su obra, el Centro se propone mantener siempre actual el pensamiento profético de Vannucci dentro de la Orden y en la Iglesia, y continuar en la linea por él emprendida de profundización seria y cualificada de la Sagrada Escritura como respuesta a las exigencias del hombre contemporáneo. Objetivo principal del Centro es la divulgación popular de la Palabra de Dios a través de encuentros, conferencias y semanas de espiritualidad en numerosas ciudades italianas.
A tal fin, el Centro difunde los resultados de la investigación bíblica mediante la publicación de diversos materiales: libros, artículos y apuntes. En este mismo ámbito, es de señalar la colaboración con "TVRS", un canal local de televisión de la región de Las Marcas, que transmite semanalmente el comentario al evangelio del domingo desde las instalaciones del Centro. La originalidad del Centro consiste en proponer el fruto del estudio –rigurosamente científico- acerca del texto bíblico, con un lenguaje accesible a todos. Se le ha querido dar esta orientación para tratar de colmar el desequilibrio que existe entre el gran fervor que se da en el campo de los estudios bíblicos y la escasa divulgación de los mismos a nivel popular. La atención especial que se le concede al lenguaje ha demostrado que es posible comunicar el mensaje evangélico sin tener que recurrir a las terminologías técnicas propias de la exegesis ni a las categorías típicas del lenguaje religioso-clerical.
Esto ha hecho posible que las actividades del Centro hayan atraído el interés de personas alejadas o indiferentes hacia argumentos religiosos. Por este motivo, el Centro acoge no solo creyentes interesados en el estudio de la Escritura que desean profundizar en las raíces de su propia fe, sino también a numerosos "no creyentes" que se acercan al texto sagrado movidos por la intención de obtener conocimientos solo "intelectuales", conocimientos que, en ocasiones, dan paso más tarde a un camino de fe.
El servicio que el Centro puede ofrecer hoy lo hace posible la generosa colaboración de amigos que desde el inicio han creido y sostenido la realización de este proyecto. Ellos han constituido la Asociación Centro de Estudios Bíblicos "Giovanni Vannnucci", compuesta por personas que comparten y apoyan las propuestas y las iniciativas del Centro de Estudios.
GIOVANNI MARIA VANNUCCI
religioso de los Siervos de santa María, nació en Pistoia el 26 de diciembre de 1913. Cursó el bachillerato en Firenze y los estudios filosofico-teológicos en Roma, emitió los votos solemnes el 13 de octubre de 1936 y fue ordenado sacerdote el 22 de mayo de 1937. Obtuvo la licencia en Sagrada Escritura en el Pontificio Instituto Bíblico de Roma en 1943, bajo la dirección del conocido biblista y filólogo profesor Vaccari, y en el 1948, la licencia en teología en el Ateneo Pontificio Angelicum. Fue en diversas ocasiones profesor de exegesis bíblica y de lengua griega y hebrea, y, más tarde, de historia de las religiones, en centros de la Orden. Su vida, animada por un gran amor hacia la verdad y hacia la fraternidad compartida, tuvo vicisitudes varias; sufrió incomprensiones a causa de la amplitud y libertad de su pensamiento, que se anticipó a los tiempos. Sus vastos intereses culturales, afrontados con pasión y seriedad, abarcaban desde la Sagrada Escritura, la liturgia, la tradición y la mística, hasta la investigación linguística y gnoseológica. Desde el 1952 se insertó con profética apertura de mente y novedad de lenguaje, en el rico florecimiento cultural, religioso y civil de la ciudad de Firenze, junto a su gran amigo y hermano padre David Maria Turoldo, poseedor de una personalidad distinta pero complementaria a la del padre Giovanni. Hombre de gran religiosidad, unió tradiciones espirituales orientales y occidentales en una profunda sabiduría de lectura y de síntesis iluminada por la realidad de Cristo, contemplado y vivido como el Viviente y la Palabra creadora; supo ofrecer pistas fascinantes para una investigación religiosa auténticamente universal y para una apertura creyente que desde el conocimiento puro de la verdad conduzca a la libertad del espíritu. Definido por muchos testigo y autor espiritual de nuestro tiempo, Vannucci escribió numerosas obras, se ocupó de la coordinación de distintas colecciones y colaboró con varias revistas.
El fruto más hermoso de su vida y de su investigación, sin embargo, se concretó en el 1967 cuando pudo dar inicio a una nueva forma de vida monástica en la ermita de San Pietro alle Stinche, ubicada en Panzano in Chianti (Firenze), con el sencillo propósito de ofrecer un lugar de silencio, de trabajo y de meditación abierto a todos. El 24 de junio de ese mismo año, día puesto bajo el patrocinio de san Juan Bautista, Vannucci inició la nueva experiencia monástica dentro de la Orden, tras las huellas de la más genuina tradición servita. Desde allí, fue frecuentemente invitado a dirigir cursos de ejercicios espirituales, meditaciones, conferencias y conversaciones, en diversos ámbitos, incluido el de los Capítulos Provinciales; se dedicó, además, a la enseñanza de historia de las religiones en la Facultad Pontificia Teológica del Marianum de Roma. Llevaba a cabo todas estas ocupaciones, sin embargo, con no pocas dificultades, pues dejaba su ermita siempre a disgusto. Vannucci prefería el silencio discreto y lo esencial de la vida, que procuraba hacer suyo y comunicar a todos. Lo esencial para Vannucci era la sabiduría y la sencillez, que discurren siguiendo ritmos más interiores que exteriores. Su muerte sobrevino por infarto de miocardio el 18 de junio de 1984, en el hospital de la Santisima Anunziata de Bagno a Ripoli en las cercanías de Firenze. Hasta el último instante estuvo lúcido, sereno, abierto al misterio en un impulso hacia perspectivas amplias, proyectadas hacia el tercer milenio, como testimonió el médico que lo asistía. Su cuerpo reposa en el austero prado del cementerio de San Martino, en la primitiva ermita de los Siervos de santa Maria en Monte Senario (Firenze).
[Nota biográfica del p. Alberto Camici, http://space.tin.it/lettura/albcamic/vannucci.htm
El Centro de Estudios Bíblicos sigue la línea de interpretación exégetica trazada por Juan Mateos y su método bíblico. A él, Alberto Maggi ha dedicado el siguiente artículo que apareció en el número 6 de la revista “Rocca”.
JUAN MATEOSun innovador en el campo de la exégesis bíblica
El 23 de septiembre del 2003 moría en Málaga, a la edad de 86 años, el jesuita español Juan Mateos.
Hombre de cultura enciclopédica y dotado de una memoria prodigiosa, el saber de Juan Mateos se movía a sus anchas por todos los campos del conocimiento humano. A la enorme sabiduría atesorada, Mateos unia una gran capacidad de relación con las personas, con una atención especial hacia aquellos que nadie tenía en consideración. Todo cuanto Mateos escribía y enseñaba nacía ciertamente de un profundo y exigente estudio de los textos bíblicos, pero asimismo era fruto de la práctica cotidiana del mensaje evangélico, que se concretaba en una vida de gran austeridad y de solidaridad hacia los últimos.
Antes de dedicarse a la traducción de la Escritura, Mateos era conocido como uno de los mejores y más prestigiosos especialistas en liturgias orientales del mundo. Residió en Roma durante muchos años, enseñando en el Pontificio Instituto Oriental y en el Instituto Bíblico, periodo durante el cual alternaba la enseñanza académica con conferencias y cursos de estudio en muchas naciones.
Precisamente con motivo de su docencia y estudio de la Liturgia Oriental, Mateos sintió el deseo de investigar en profundidad el Nuevo Testamento. Le movía la intención de bucear en las fuentes de los diversos ritos, a fin de poder comprender mejor el por qué de la diversificación ritual presente en la misma iglesia católica. Comenzó a preguntarse la razón por la cual ciertas reglas consideradas indispensables en el rito latino no lo eran, en cambio, en los ritos orientales, y viceversa, y por qué el Código latino de Derecho Canónico prohibía o permitía determinadas cosas siguiendo un criterio distinto al de la tradición oriental.
La investigación de las fuentes de las distintas tradiciones cristianas lo condujo a una relativización de diversas formulaciones categóricas que a lo largo del tiempo se habían ido imponiendo en la Iglesia católica. Suscitó en él, además, una gran apertura hacia las distintas expresiones que la fe cristiana había asumido en la historia, mucho antes de que el Concilio Vaticano II reconociera la validez de las mismas.
Cuando se hallaba en el vértice de su producción académica, y sus estudios eran considerados libros de texto, obras básicas, para el conocimiento y la renovación de las liturgias orientales, Mateos abandonó esta disciplina y se lanzó a la investigación de las fuentes cristianas. Comprendió que su trabajo de gran erudición en el campo litúrgico, si bien suponía para él un motivo de prestigio a nivel científico, carecía sin embargo de incidencia en la realidad, mientras que los evangelios poseían un dinamismo capaz de transformar la vida del creyente. Dio inicio, de este modo, a un estudio sistemático del Nuevo Testamento.
Los textos antiguos y el lenguaje contemporáneo
Profundo conocedor de la lengua griega, además de las otras lenguas bíblicas, Mateos puso en marcha un análisis meticuloso de los textos evangélicos. Previamente había tenido ocasión de entrar parcialmente en contacto con ellos a través del estudio de los leccionarios antiguos (textos del Nuevo Testamento usados en la liturgia). Debido al fruto de sus investigaciones, los obispos españoles encargaron a Mateos –junto con el biblista Luis Alonso Schokel- la puesta a punto de una nueva traducción de los textos bíblicos usados en la liturgia.
A partir de este trabajo inicial, Mateos y Schokel emprenderían más tarde una obra de envergadura: la traducción completa de la Biblia, poniendo la máxima atención en una triple fidelidad: al texto original, a su estilo literario y al lenguaje contemporáneo. Su dedicación cristalizó en 1975 con la Nueva Biblia Española, “nueva” no porque fuese la traducción más reciente al español, sino por haber sido realizada con criterios del todo nuevos, criterios que nunca antes habían sido aplicados a este campo: el criterio exegético, el lingüístico, y el estilístico. Restituían así a cada libro de la Biblia su estilo y su contexto literario peculiar. De este modo, el Cantar de los Cantares fue traducido como una poesía de amor, el libro de Job como una obra de teatro, y el Eclesiástés (Qohelet) según el estilo sentencioso del sabio. La American Bible Societies juzgó la Nueva Biblia Española como la “mejor traducción en lengua europea”, tanto por su belleza literaria como por su rigor lingüístico.
Como hiciera al afrontar el estudio de las Liturgias Orientales, Mateos creó un método exegético propio para el estudio del Nuevo Testamento, basado en el análisis filológico y semántico de cada palabra. Publicó diversos estudios al respecto (El aspecto verbal en el Nuevo Testamento, 1979, Cuestiones de gramática y léxico en el Nuevo Testamento, 1979, Método de análisis semántico aplicado al griego del Nuevo Testamento, 1989). Estas investigaciones proyectaron una intensa luz sobre el texto bíblico, que resultó iluminado de forma inédita y fascinante. En la traducción de los evangelios, de hecho, Mateos sometió su excepcional conocimiento del griego bíblico a una minuciosa y puntillosa comprobación de los aspectos semántico y semiótico, analizando –a veces incluso durante varias semanas- cada expresión verbal, hasta que no venía a la luz el significado más profundo de las mismas.
Junto a su exhaustivo bagaje de conocimientos filológicos, Mateos era poseedor de un conocimiento preciso del ambiente cultural en que nacieron los evangelios, de los estilos y de las técnicas literarias de la época. Todo esto le permitió sacar a relucir en los textos evangélicos las muy numerosas y a veces imperceptibles referencias a citas del Antiguo Testamento, una obra indispensable para comprender mejor el alcance del pensamiento de los evangelistas.
Como una obra de arte después de una restauración
El resultado de tan ímprobo esfuerzo fue una traducción de los evangelios que brilló por su fidelidad, hasta el límite de lo posible, al pensamiento y a la obra artística de los evangelistas. Esta obra originó no pocas suspicacias, por la frescura del lenguaje y porque devolvía al texto bíblico su comprensibilidad. Al igual que una obra de arte después de una restauración radical, los evangelios relucían con una luz nueva, y. como sucede con todas las luces, si para algunos iluminaba la propia vida, para otros suponía un resplandor intolerable. De hecho, la nueva traducción de la Biblia dejaba bien claro que los evangelios mal se prestaban a ser puestos al servicio de una ideología religiosa, o como justificación de tesis dogmáticas consagradas por el largo uso. Por otra parte, no se podía pretender que los textos del Nuevo Testamento, que expresaban la experiencia cristiana desde diferentes puntos de vista y de un modo no sistemático ni homogéneo, fueran traducidos o comentados empleando formulaciones teológicas propias de los siglos posteriores.
La lectura y traducción del texto original de los cuatro evangelios llevadas a cabo por Mateos presentan a Jesús plenamente orientado al bien del hombre. Un Jesús que propone una relación con Dios completamente nueva, como la de un hijo con su padre, una relación que relativiza toda institución considerada sagrada desde el Templo hasta la Ley, haciendo superfluas las mediaciones del sacerdocio y del culto. El objetivo de Jesús era el reino de Dios, el cual, según toda la tradición de Israel, consistía en la sociedad justa que el Mesías debía inaugurar. Pero, a diferencia del reino esperado por Israel, esta sociedad no se basaba en la observancia de la ley, sino en la acogida del Espíritu que transforma al hombre. No se limitaba, por otra parte, a los confines de Israel, tenía un horizonte universal. En los evangelios, el Padre de Jesús demostraba ser un Dios enamorado de los hombres, un Señor cuyo proyecto era la creación de un hombre que tuviese la condición divina, por lo que el pecado no era la trasgresión de leyes o preceptos, sino el rechazo de la plenitud de vida ofrecida por el Padre.
A la actividad científica, Mateos unia la dedicación a la pastoral, publicando a tal fin libros escritos con un lenguaje simple y claro. Le movía siempre la intención de hacer llegar a muchas personas la belleza de los evangelios. Su primer libro de divulgación data de 1972, Cristianos en fiesta. Más allá del cristianismo convencional. Del mismo título de la obra se desprende ya la nueva luz que surgía de los evangelios. En esta obra, Mateos hacía entender cómo muchas cosas consideradas sagradas para los cristianos, no sólo no lo eran, sino que obstaculizaban la comunión con Dios. Y, al contrario, lo que venía considerado como pecado o trasgresión, en realidad era tantas veces irrelevante a los ojos del Señor. A este primer libro siguieron más tarde otras obras que ayudaban a penetrar mejor en el espíritu del evangelio: El horizonte humano (1989), La utopía de Jesús (1991) y Evangelios, figuras y símbolos (1991). Este último representa un estudio indispensable para comprender el lenguaje de los evangelistas, así como el significado de las imágenes usadas por los mismos.
En 1979 Mateos publicó, junto a Juan Barreto, una traducción y comentario del evangelio de Juan, que permitió redescubrir la belleza del cuarto evangelio y la hermosura de su mensaje, centrado por completo en el proyecto de Dios sobre la humanidad: hacer de modo que el hombre sea expresión de su misma realidad divina.
Tras la elección al Pontificado del Papa Woytila, Mateos dejó Roma, transfiriéndose a Granada en 1980. Allí prosiguió su investigación en torno al evangelio de Marcos. En 1982 publicó su estudio Los Doce y otros seguidores de Jesús en el Evangelio de Marcos, que le costó la pérdida de la enseñanza en las Universidades Pontificias de Roma. En este volumen, Mateos sostenía que no había que entender los doce en el evangelio de Marcos como una entidad numérica sino teológica, porque dentro de esta cifra el autor evangélico pretendía incluir a todos los seguidores de Jesús provenientes de Israel.
Alrededor de él surge una nueva exégesis
Liberado de los vínculos académicos, Mateos dedicó todas sus energías a la traducción de los textos evangélicos. Desde entonces, la producción literaria, científica y pastoral de Mateos y del equipo bíblico internacional que se había ido creando en torno a él, comenzó a producir frutos abundantes. En 1981 publicó junto a Fernando Camacho la traducción y el comentario al evangelio de Mateo, obra en la que brillaba con luz propia la original interpretación de las bienaventuranzas: no ya como una letanía consoladora para confortar a los atribulados del mundo, sino como una invitación activa a eliminar las causas de sus sufrimientos. Jesús proclama bienaventurados a los pobres, afligidos y hambrientos no en cuanto tales, sino porque estas situaciones de dolor serán canceladas por parte de la comunidad de los creyentes. Al evangelio de Mateo seguirá una primera traducción del evangelio de Marcos.
Tras diez años de estancia y trabajo en Granada, Mateos se traslada a Córdoba. Allí inicia con otros colaboradores un grupo de estudio de la lengua griega, poniendo los cimientos de su gran sueño: un diccionario científico del griego bíblico (Diccionario Griego-Español del Nuevo Testamento).
Trabajador infatigable, Mateos tenía una apasionada sed de saber, que lo impulsaba incansablemente al estudio de los evangelios. Hasta sus últimos días de vida, no obstante la gravedad de la enfermedad que lo aquejaba, Mateos siguió trabajando para completar el tercer volumen del gran comentario al evangelio de Marcos.
El último libro de Juan Mateos y de Fernando Camacho es El hijo del Hombre, hacia la plenitud humana (2003). Este libro recoge de algún modo una síntesis del trabajo exegético de Mateos y de su experiencia vital. Leyendo estas páginas se advierte toda la riqueza de una vida plenamente realizada, por haber sido puesta al servicio de los otros. Cercano ya a la consumación de su existencia, Mateos comprende mejor la plenitud de Jesús, a la cual es llamado todo individuo que “descubre que Dios es amor, dador de vida sin límites ni reservas, y que él es objeto de este amor. Este descubrimiento le conduce a la aceptación de sí mismo y le garantiza el éxito de su proyecto vital; la nueva vida que experimenta le hace comprender que la humanidad y el mundo deben convertirse en objeto de su amor activo, como lo son para Dios” (El Hijo del hombre, pg.261).
En el momento de su muerte, Mateos dejó una enorme herencia, una gran añoranza y un agradecimiento infinito. Gracias a sus estudios y a sus interpretaciones de los textos evangélicos, la buena noticia volvió a serlo. Numerosos grupos cristianos y muchísimas personas se han alimentado con sus escritos y han podido descubrir el rostro de un Padre que ama a sus hijos independientemente de su comportamiento y que, por amor, les concede una vida capaz de superar la muerte, la misma vida que ahora Juan experimenta en plenitud.
Cuando se encontraba ya gravemente enfermo, a la solicitud de formular en una sola expresión su experiencia de Cristo, Juan Mateos respondió: “Es un Señor que continuamente dice: ‘No tienes de qué preocuparte, fíate de mí’”.
Sus últimas palabras fueron: “Soy muy feliz”.